19 febrero, 2009

Arte y Política. Acerca de "Destierro y Reparación"

Jorge Longas


Antes de comenzar a hablar de la exposición “Destierro y Reparación” es necesario entender cómo funciona el museo en el contexto social y político. El museo puede ser entendido como parte de los Aparatos Ideológicos del Estado, es decir, como parte de las instituciones que funcionan con base en las ideologías hegemónicas. En este espacio se presentan las visiones, pretensiones e ideologías de un grupo particular de personas que gobiernan la nación, que validan estas versiones como las oficiales por medio de su conservación en el tiempo y exhibición. La historia siempre ha sido escrita por los vencedores, por lo tanto manipulada y/o sesgada a conveniencia. Como dijo Greenberg: “la actitud de las masas ante los estilos artísticos, sean nuevos o viejos, sigue dependiendo de la educación que reciben de sus respectivos estados”. Así, como espectadores de estas muestras, sería sensato acercarnos a ellas con un pensamiento crítico bien definido; no sólo desde las artes sino desde todos los campos de las relaciones humanas, como lo social y político. Para hacernos una idea del evento, primero, voy a citar la presentación del evento mismo para luego comentarla.
“Con el proyecto Destierro y Reparación, el propósito del Museo de Antioquia, la Alcaldía de Medellín, la Corporación Región, Semana (…) es generar una reflexión que conmueva y sensibilice sobre la magnitud y las implicaciones de la tragedia humanitaria del destierro forzado (interno y externo) en Colombia. Los socios del proyecto, además, desean evidenciar el compromiso ético y legal que busca tratar a fondo sus causas, así como reparar tanto las pérdidas materiales como culturales que éste conlleva y reconocer de manera colectiva que este fenómeno tiene que ver con los principios políticos y valores morales que nos soportan y nos definen como nación, y que tanto en la afectación de las victimas como en su reparación, todos tenemos una responsabilidad. Finalmente, queremos identificar los posibles métodos y formas de reparación, que van más allá de actos administrativos por parte del Estado y de la aplicación de los derechos fundamentales que incluyen, además, la recuperación de la cultura de las comunidades afectadas.”
Queda cierta sensación de desconfianza debido al tinte demagógico que puede encontrarse en sus intenciones. Pretender hablar de reparación de los más de cuarenta años de violencia en el país puede parecer ingenuo, sobre todo si se piensa que desde el punto de vista artístico puede aportarse algo en esta quijotesca empresa. Esta exposición, desde mi punto de vista, no es más que una estrategia publicitaria de un discurso político que pretende mostrar al gobierno como sanador de la nación, a manera de un especialista que recalibra o remplaza las piezas de un sistema averiado. Porque, aparte del bombardeo mediático, el discurso de la “Reparación” recurrió a la “alta cultura” para venderse como proyecto cultural de reivindicación social. Sin embargo, en ella se pueden encontrar casos aislados de obras que utilizaban estrategias problematizadoras de las razones mismas de la exposición; obras a las cuales me referiré más adelante.
Recorriendo “Destierro y Reparación” pude observar gran número de obras tan disímiles entre sí, que intenté clasificarlas en 4 grupos, para ayudar en el desarrollo de la tesis principal de este corto escrito.
1. Obras históricas: este grupo se conforma por obras “tradicionales” de la historia del arte local. Con ellas se trata de realizar relaciones con obras más recientes para entablar una conversación que muestra, por medio de la comparación, la manera en que el arte se ha referido al desplazamiento forzado en diferentes épocas y contextos. Ejemplo de ello, “Horizontes” de Francisco A. Cano, imagen emblemática de la raza antioqueña, expuesta junto a la obra homónima de Carlos Uribe, una apropiación de la primera en la cual se extiende el paisaje para mostrarnos una avioneta fumigando, y a “Paisaje domestico” de María Elvira Escallón, en la que registra las consecuencias de la fumigación con glifosato de un terreno de 40 x40 cm en el Parque Nacional de Bogotá por un periodo de 30 días. Obras con las que se hace una reflexión acerca de la problemática actual de las fumigaciones y las complicaciones que producen en el paisaje y sus habitantes. Otro ejemplo puede ser “La Huida” de Rafael Sáenz, que muestra un grupo de personas en una noche oscura en pleno escape, presentándose como un documento histórico del desplazamiento, en relación con varias fotografías documentales que dan cuenta de la misma situación. Estas obras históricas sirven para que el público general haga las reflexiones históricas respecto al desplazamiento, además de crear un interés por parte de este tipo de espectador al arte más contemporáneo, al engancharlo con técnicas tradicionales a las cuales están más habituados pero relacionándolas con tipos de obras más actuales.

2. Obras documentales: En este grupo caben obras del reporterismo gráfico que evidencian de manera directa las causas y consecuencias de la guerra. Aquí las fotografías de Jesús Abad Colorado participan como ejes de la muestra, junto con otras series de fotógrafos extranjeros que exponen las mismas problemáticas en otros lugares del mundo, generando un paralelo entre lo nacional y lo internacional. El problema que ocurre con este tipo de obras sucedía cuando “el público especializado en artes” pretenden verlas solo desde el punto de vista estético; en un acto desatinado, tanto porque estos trabajos no parten de hechos propiamente bellos, como porque sus pretensiones nunca fueron estéticas, ni siquiera artísticas. Al calificarlas de manera peyorativa como pornomiseria, por no tener pretensiones en el campo de las artes. Hablar de la “bella composición” en una fotografía que muestra las consecuencias de una masacre es necio, como el pensamiento eufemístico de “encontrar belleza en la atrocidad”. En conclusión, este grupo de obras se presenta como un documento visual concreto de la guerra. Por lo que verlo desde otros puntos de vista tan cerrados es un desperdicio total de posibles lecturas. Son fragmentos de una realidad que no queremos mirar, y que es puesta frente a nosotros para gritarnos “esto no es una ficción, aunque lo parezca, ha sucedido y puede estar sucediendo”.

3. Obras activistas políticamente correctas: Las estrategias del arte relacional, el corte antropológico, el trabajo con las comunidades afectadas, la documentación de las experiencias y participación activa de varias personas, hacen parte de este grupo de obras presentadas en “Destierro y Reparación”. Las he llamado “políticamente correctas” debido a que de esta manera fueron llamados los movimientos de izquierda moderados en los EEUU de los 60`s, haciendo referencia de forma irónica a la neutralización que sufrieron por parte del establecimiento que los absorbía. Estas obras ilustran o representan desde el arte los procesos políticos de reparación, pero sin hacer una reflexión más a fondo de los problemas planteados, mostrando a los artistas como promotores de las recuperaciones culturales. ¿Cuestionable?

4. Obras problematizadoras: Este último grupo de obras muestran la capacidad del arte para camuflarse dentro de los discursos hegemónicos y sus sistemas de difusión, para subvertirlos por medio de gestos simples. Entendiendo subversión como la otra-versión-no-oficial. “Estrategias que perturban una cultura dominante que depende de estereotipos estrictos, líneas de autoridades estables, y reanimaciones humanistas y resurrecciones museológicas de muchas clases” citando a Hal Foster en “El artista como etnógrafo”. Las obra “De la serie durmientes” de Jaime Tarazona, muestra tres simples fotografías de campesinos leyendo cartillas gubernamentales del monocultivo de la palma africana (causa de grandes desplazamientos es zonas como Urabá y Chocó). Además, está el video “Bocas de ceniza” de Juan Manuel Echavarría, donde muestra de una manera simple a campesinos entonando canciones que hacen referencia a la masacre de Bojayá; y las fotografías de Rosemberg Sandoval en las que se muestra cómo una mano aprieta y destruye una pequeña casa construida con arroz. Obras que formalmente no pasan de simples registros, son ejemplos de que la poética no consiste en la ornamentación retorica sino en la reestructuración inteligente del mensaje dicho, en la forma de contarlo. Evidenciando de manera indirecta algunas causas del desplazamiento y cuestionando instituciones de poder, como el estado. La carga social y política de estas obras las saca del pequeño campo del arte para convertirlas en productos culturales que pueden ser apreciados por diferentes tipos de personas, siempre encontrando diferentes significados y lecturas, gracias a su carácter polisémico.
Después de recorrer por completo la muestra, ingrese a la biblioteca de la Casa del Encuentro, donde pude encontrarme con unos textos que hacían referencia al tema “arte y política”; entre los cuales presté particular atención a una obra llamada “El juego de lo inmencionado” realizada por Joseph Kosuth en 1990, y que consistía en la exhibición de piezas artísticas que a lo largo de la historia habían sido vetadas por motivos políticos, religiosos o morales. El texto que describía la obra hablaba de “cómo el arte obtiene significado y cómo ha sido manipulado este sentido históricamente con fines políticos,” una muy buena conclusión obtenida al finalizar el recorrido.
Los alcances socio-políticos reales de “Destierro y Reparación” son pocos, y pueden encontrarse (desde mi punto de vista) en las fisuras causadas, por algunas de las obras expuestas, en el discurso principal de la Reparación, en los puntos críticos en los cuales uno podía reconocerse como un actor dentro de la problemática social, en la otra versión donde los poderes oficiales son causantes del destierro. Aparte, la labor curatorial planteó la muestra para dirigirse a un amplio público no especializado, poniendo énfasis en la lucha contra el olvido, como uno de los factores que hacen posible que estos tipos de atrocidades ocurran. Desde estudiantes de secundaria, grupos familiares, desocupados buscando arte, es decir, todo tipo de público pudo recorrer la muestra y observar de cerca las problemáticas sociales, que muchas veces no pueden ver en los medios de comunicación porque están pasando la novela o el partido de futbol. Si esta muestra tocó la conciencia de alguien que la recorrió sin pretensiones, creo que en parte cumplió con su cometido.

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